El arte de fingir que lo tienes todo bajo control

Ser madre de cuatro hijos es como dirigir un circo donde los payasos nunca siguen el guion, los malabares siempre terminan en el suelo y el público (es decir, yo) está al borde de un colapso nervioso. Pero, ¡oh, sorpresa!, he perfeccionado el arte de fingir que lo tengo todo bajo control. ¿La casa? Un caos creativo, con migajas de galleta en cada esquina, cortesía de mi faceta repostera que grita "¡hice cupcakes a las 2 a.m. porque no había más harina para el estrés!". ¿Las manualidades? Mi terapia, aunque el glitter sigue pegado en lugares que ni sabía que existían. Cada día es una coreografía improvisada: esquivo juguetes, apago incendios emocionales de mis hijos y contesto "¡claro, todo está bien!" mientras el café se enfría y la lavadora suena como si estuviera poseída. ¿Orden? Una utopía. Mi casa parece un museo de proyectos a medio terminar, pero oye, al menos mis hijos están vivos, alimentados y saben que el amor viene con un toque de sarcasmo. Sobrevivir como madre es eso: sonreír, respirar hondo y fingir que el desorden es solo "parte del encanto". Total, ¿quién necesita control cuando tienes caos y un buen chiste para contarlo?

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Carta abierta a quien inventó los juguetes ruidosos